El Pentecostés celebra un día extraordinario, no solamente por lo que sucedió, sino cuando y por qué, revelando la mano de Dios.
El Pentecostés siempre es un domingo, y fue el día en que el Espíritu Santo vino a morar en los seguidores de Jesús, siendo el día que nació la iglesia, los “llamados” de Dios. Ese día, el Espíritu de Dios descendió sobre los primeros 120 seguidores de Jesús y comenzaron a hablar en voz alta en idiomas de todo el mundo. Fue tal la conmoción que miles de personas que estaban en Jerusalén en ese momento salieron a ver qué estaba pasando. Frente a la multitud reunida, Pedro pronunció el primer mensaje del evangelio; desde ese Domingo de Pentecostés la cantidad de seguidores del evangelio comenzó a crecer.
Ese día, sucedió 50 días después de la resurrección de Jesús. Fue durante estos 50 días que los discípulos de Jesús se convencieron de que Jesús había resucitado de entre los muertos. El domingo de Pentecostés se hicieron públicos y la historia cambió, la vida se ha visto afectada por los eventos de ese Domingo de Pentecostés.
Esta fiesta de Pentecostés nos ayuda a refrescar en nosotros la certeza de la fe, somos templo del Espíritu Santo y parte del cuerpo de Cristo y por eso en nosotros vive también el Espíritu; por ello en esta fiesta revivimos el deseo de que ese espíritu, que ya está en nosotros, nos haga revivir, renacer, nos de su paz y así podamos vivir esta realidad de la iglesia, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado, como dice San pablo, Dios quiere que su presencia nos llegue como una ráfaga de viento, como un soplido de Jesús a nuestro corazón, que nos demos cuenta que nos alegra con la presencia de su acción en nosotros, que aunque no lo veamos sintamos su presencia, que aunque no veamos fuego sintamos todo lo que el fuego puede hacer, iluminar, dar calor y purificar, ven hoy a nuestras almas Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz. La fiesta del Espíritu Santo hace y seguirá haciendo solo lo que Dios puede hacer, dar paz, pero no como la da el mundo, sino la paz como solamente proviene de él y solamente podemos recibir este Don de lo alto, del cielo, es la paz que conlleva a la purificación del corazón, a que salgamos de nuestro encierro, a que dejemos el pecado y el egoísmo, nuestras avaricias, perezas y envidias que nos aleja de los demás, el Espíritu Santo, el espíritu de amor que nos dio Jesús, nos ayuda a salir de nosotros mismos, es la paz de Jesús la que nos conduce al perdón recibido y al perdón dado, es una paz regalada, que debemos buscar amando, que proviene de la felicidad de amar como la desea cualquier persona.
Solo él Espíritu Santo puede sostener a la Iglesia en medio de las turbulencias de este mundo, aun con sus propios pecados, solo él nos levanta cuando nos caemos, nos da la mano para seguir amando y nos consuela si estamos tristes, solo él puede lograr que siendo tan distintos tengamos los mismos deseos y luchemos por los mismos objetivos, el Espíritu Santo también unifica a nuestro corazón disperso, rectifica nuestras intenciones torcidas y da sentido nuevo a nuestras acciones.
Ven Espíritu Santo, ven Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz.